Al contrario que otras enfermedades esta no tiene cura y debemos saber que se trasmite por vía sexual, lo que nos hace partícipes de los sufrimientos de cuantos contagiemos con nuestros actos. Si para otros estados de convalecencia se recomienda cama y descanso para esta el prospecto nos indica todo lo contrario, dice el prospecto que cuanto peor nos sintamos más recomendable es salir de nuestro letargo y correr, saltar, andar en bici, nadar (llegados a este punto creo que comprarse unas cabras y marcharse a la montaña valdría también como medida paliativa) .....
Reconocer la enfermedad es parte fundamental de su tratamiento, así yo reconozco que soy un enfermo, que estoy enganchado a una cuerda que desde el tiempo cuelga cuan péndulo hacia la tierra, un péndulo que nos bate y nos golpea contra la caliza, que nos menea y nos refriega contra aristas y espinos durante nuestro descenso. Una cuerda que se puede romper y precipitar así los efectos secundarios de nuestra enfermedad. Por tanto y siguiendo el prospecto, se recomienda no saltar al vacío repentina ni impulsivamente, ni balancearnos tampoco bruscamente.
Viajar a través de la enfermedad es duro, es un camino penoso, un camino sin retorno, siempre sabiendo que esta nos desgasta y hará que tarde o temprano nuestros huesos se empapen de la escarcha del amanecer, a dos metros bajo tierra. Así que dice el prospecto una vez más que es muy, pero que muy recomendable que en tus últimos momentos te acompañe una o a poder ser más de una persona querida, que como tú, padezca la enfermedad pero que nunca la porte en un estado más avanzado que el tuyo porque puede que te arrastre y haga que te precipites sin control hasta el abismo, agudizando así la convalecencia. Es conveniente que en el descenso te embriagues de cuanto encuentres a tu paso y que planes los días que vas a pasar allí abajo con locura y sin mesura, aún a sabiendas que allí estará tu final, pero eso te ayudará a sobre llevar tu propia incineración, tu propio cenit. Dice el prospecto que esta planificación recibe el nombre de síndrome del soñador y también señala un puñado de efectos secundarios en los que no voy a entrar.
Como todos los viajes, has de saber que este también tiene un final y no siempre es feliz, pero si llegados a este punto, en el sótano ya, en la última plataforma, has sido capaz de entender porque estamos aquí, seguro que no te importará mirar atrás y ver que la cuerda a través de la que has descendido ha desaparecido contigo, que esa cuerda era tan única como tú, que solo alguna vía queda en la caliza, alguna vía que alguien utilizará y le valdrá para descender. Como tú te ayudaste de otras que encontraste en el camino.
Ahora sí, una vez abajo podrás ver como bajan los demás, podrás hacerte oír e intentar que no pocos desciendan por donde has descendido tú, podrás creer que solo tú sabes por donde bajar y que eres un esperto en este tipo de descensos en los que la vida es parte de la apuesta. Ahora sí, gesticularás e impondrás, si, ahora sí te demostrarás a ti mismo que no has aprendido nada, que el viaje no te ha enseñado nada, que en otro viaje igual volverías a herrar de la misma manera que en el anterior. Llegados a este punto dice el prospecto que éste es un efecto secundario del tratamiento contra la enfermedad, se llama olvido y tarde o temprano todos cuantos han descendido por la vida lo desarrollarán.
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