Tras los cuartos de final los informativos de todo el mundo hablaban de
él, para todas las páginas de apuestas nuestro hombre era el claro
vencedor. Medio mundo hablaba de la carrera de ayer y no es para menos,
Tom Burke voló sobre el tartán del estadio Olímpico de Tokio y
estableció la nueva plusmarca mundial de los 100 metros lisos en unos
espeluznantes 8'94 segundos, siendo el primer hombre de la historia que
ha conseguido correr por debajo de los 9 segundos.
En las semifinales el atleta estadounidense aventajó al segundo
clasificado de su serie en casi 10 metros con una solvencia y una
facilidad jamás vista hasta la fecha, parando el crono en unos
estratosféricos 8'97 segundos. Para todos los periodistas deportivos
estamos asistiendo a algo histórico, para todos ellos Tom Burke es un
portento físico, una máquina de correr, un Hércules de otra galaxia.
Así como la vida no es en blanco y negro la nueva plusmarca mundial del
hectómetro no probiene del denodado esfuerzo de nuestro atleta por
encontrar su límite en cada entrenamiento, o al menos, no sólo probiene
de eso. Pero vayamos por partes.
En el año 2020 la terapia genética es un tipo de técnica muy difundida
entre enfermos de diabetes, de Parkinson, de Alzheimer o de enfermedades
neurodegenerativas como la esclerosis múltiples pero poco o nada entre
deportistas, o mejor dicho, poco o nada conocida debido a que la IAAF la
incluyó en la lista negra de técnicas fraudulentas durante los juegos
de Río de 2016, tras un pequeño rumor que ensombreció la carrera de dos
grandes triatletas mundialmente conocidos. Pero a lo que íbamos, no nos
desviemos del tema. Doce meses antes de las olimpiadas de Tokio un
médico de Oregón, el Doctor Salazar, le puso sobre la mesa a Burke una
propuesta tentadora para cualquier velocista: ¿Qué le parecería si lograra que sus células musculares expresaran la isoforma IIb de la miosina?
En condiciones normales esta isoforma no se expresa en el ser humano,
aunque su gen si está presente en el genoma de nuestros músculos
esqueléticos. El ser humano es quien no lo utiliza pero tenerlo lo
tenemos, reminiscencia de nuestro pasado.
Esta isoforma de la miosina dotaría a nuestras fibras musculares de unas
celerísimas características funcionales. Esta isoforma la presentan
roedores como la rata o la musaraña que necesitan huír rápidamente de
sus depredadores naturales y confiere a nuestras fibras musculares una
velocidad de contracción y una potencia que para nada tiene que ver con
la que generan las isoformas habituales, IIx o IIa. Burke no sabia muy
bien de lo que le estaba hablando el doctor pero si retuvo en su mente
dos palabas: "Potencia" y "velocidad".
El doctor Salazar prosiguió con su explicación: El gen de la
miosina IIb debe de ser activado por un factor de trascripción, una
proteina y para ello hay que crear esa proteina. Acto y seguido el médico mostró a Burke un vial con un poco de líquido en el fondo y mirándole a los ojos le dijo: Aquí
esta el gen que introduciremos en tus cuádriceps, plopíteos,
isquiotibiales y glúteos. Él, junto con un retrotransposón se encargarán
de que sintetices la proteina que active a la isoforma IIb de la
miosina.
Son las nueve de la noche, 19 de Agosto del 2020, hace 22 grados y la
humedad es altísima. Los focos del estadio Olímpico iluminan la figura
esbelta y poderosa de un estadounidense de 23 años que se dirige a la
calle 4. Millones de personas están pendiente del televisor, el mundo
entero sabe que está ante un momento histórico, saben que si siguen con
sus ojos la galopada de ese hombre serán partícipes de una de las
mayores gestas deportivas de la humanidad. Burke coloca los tacos, hace
dos salidas brutales y piensa, piensa que es el mejor, que ha trabajado
muy duro y durante muchos años para estar ahí, se dice así mismo que va a
ser el vencedor, que no hay nadie como él y que el doctor le ha dicho
que puede correr al cien por cien, "no habrá efectos secundarios Buke, corre con todas tus fuerzas".
- "In your marks!!...ready!!...BANG!!"
La salida ha sido espeluznante, el público se levanta de sus asientos
atónitos, en solo dos zancadas Burke ya aventaja tres metros a sus
rivales, su zancada es poderosa, grandiosa, su frecuencia es muy
superior a la del resto, pasa los 50 metros con una ventaja de casi 10
metros sobre los demás, es un auténtico espectáculo verle como se
desplaza sobre la pista y de repente Tom Burke siente una punzada en el
Isquio izqierdo, se lleva la mano hacia atrás y cuando lleva 80 metros,
rozando la gloria, la punzada se vuelve totalmente insoportable al
contraer la musculatura, sólo siente dolor y unas décimas de segundo más
tarde la maquinaria vuela por los aires. La rótula de Burke cede ante
la fuerza brutal que generan sus cuádriceps. El tendón rotuliano lleva
consigo un trozo de tibia que parte inmediatamente en dos y hace que los
músculos de Tom se disparen como un resorte hacia su cintura formando
un cuadro macabro que pone fin a la carrera de nuesto super hombre. El
estadio enmudece de repente y un viejo médico mira a través de su gorra
de Nike como la llama Olímpica desaparece poco a poco del pebetero del
sol naciente llevándose consigo el espíritu olímpico que tiempo atrás
enorgulleció la infancia de muchos de nosotros.
1 comentario:
La ambición no tendrá nunca límites y siempre habrá alguien dispuesto a sucumbir a la tentación. Gran reflexión.
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